viernes, 4 de noviembre de 2011

Capítulo 18

La comida y la charla que mantuvimos después del cuento nos hizo pasar un buen rato. El Afilador nos cuenta cuando le llamó Sor Remedios, toda histérica, para decir que si podía poner a un par de gamberras a hacer algo bien desagradable. Por lo visto, le hizo mucha gracias.
-Tendríais que haberla oído, creí que me iba a pedir que os pusiera a recoger tomates para que os picasen los mosquitos. -suelta una carcajada- Nunca había conocido a una monja tan rencorosa.
-Sí, es un poquito especial... -dice Christian para sí mismo, aunque nos enteramos todos.
-Al día siguiente me llamó vuestro padre diciendo que si podía poneros a escardar barbechos, que habíais secuestrado a dos niñas y que tú le pegaste a una monja.
-Yo, no le pegué, le dejé las cosas claras.
Esta última afirmación de Christian nos hace reír. La verdad es que el no le había pegado a Sor Remedios, pero agarrarla por el cuello del hábito y dejarla con los pies colgando por encima del suelo tampoco se diferencia mucho.
Pepe también nos cuenta el motivo de que hubiese acabado siendo el que castigaba a los chiquillos traviesos del pueblo. Al parecer, una vez, su hermano (otro tipo con un nombre impronunciable), se escapó de casa, cogió un autobús con dinero que le había quitado a su padre y se fue a Madrid a ver un concierto de “Los Chichos”.
Cuando volvió, el padre de Pepe le pidió que se lo llevase a trabajar a pleno sol, para que viera lo duro que es ganar el dinero que el había gastado en la entrada del concierto (le dolió más perder ese dinero que que su hijo desapareciese dos días). El caso es que el niño se cambió mucho, y los vecinos empezaron a pedirle al Afilador que castigase a sus hijos.
-Y lo que no saben esos padres o, en vuestro caso, -nos mira a nosotras- tutores, es que yo no os regaño ni nada. Hasta me hago amigo vuestro.
-Desde luego, si se enterasen las monjas de que estamos aquí muertas de risa con las personas a las que nos han prohibido ver... -interviene Xin Yi, la cual antes había estado can callada que la tomé por dormida. Me asusté al oírla hablar.
-¿Os han prohibido vernos? -Christian pone de extrañado.
-Míralo, se extraña... ¡qué por poco si haces que le de un “yuyu” a Sor Remedios!
Y así, entre risas, acabamos de comer y nos montamos en la furgoneta. Con este calor, es imposible seguir trabajando. Dejamos atrás el roble “mágico” y los terrenos de Pepe el Afilador y cogemos un camino en bastante mal estado, que nos lleva de vuelta al pueblo. Antes de volver al orfanato, paramos en los terrenos del circo. Nos puede caer un buen sermón si nos ven aparecer por allí con los chicos. Nos despedimos hasta el día siguiente, que tendremos que volver.
Atravesamos el pueblo, pasando frente al ayuntamiento y las muchas tiendas de Todo a 100 que hay en el pueblo, y llegamos al orfanato. Pepe nos deja bajar en la puerta y nos pide que saludemos a las monjas de su parte. Nos despedimos de él y llamamos al timbre.
-¡Anda, mira a quien me encuentro! ¿Os han castigado mucho?
-Buenas, Doña Alejandra. Un poco, pero sobreviviremos.
-No nos van a dejar ir a la feria. -se queja Xin Yi.
Veo un poco tonto el comentario, era lógico que nos castigasen así y probablemente Alejandra ya lo habría deducido. Entonces, Xin Yi me da un codazo y murmura algo: “Llora tú también un poco...”
Entonces, capto sus intenciones. Hay que ver que retorcida es esta chica, está intentando que Alejandra pida que se nos perdone el castigo. Aunque sé que no va a funcionar, me decido a intentarlo.
-Sí, es una pena... nos hacía tanta ilusión ir...
-Bueno, bueno, nos os pongáis así. Ya veréis como convenzo a las monjas -increíble, ha funcionado-. Pero vamos dentro, que aquí en la puerta hace mucho calor.
Empiezo a empujar la puerta cuando un hombre mete el pie en la ranura. Creo que estoy a punto de partírselo justo cuando paro de empujar.
-Disculpad, he visto que estaba la puerta abierta, y como tenía que entrar...
-Me suena mucho este tío -me comenta Xin Yi en voz baja.
La verdad es que a mí también me suena, pero no sé de qué. El caso es que empieza a hacer preguntas a mucha velocidad a Alejandra, sobre quién dirige el orfanato, si se puede ver a las niñas y, las más llamativa: ¿Podría realizar una adopción sin necesidad de juzgados si demuestro que hay parentesco con la persona a la que quiero adoptar?
Me deja un poco cuajada el nerviosismo que parece demostrar el hombre, y más que quiera adoptar sin venir acompañado de nadie. No he presenciado muchas adopciones, pero siempre suelen ser matrimonios jóvenes, no hombres solos de más o menos cincuenta años.
Como Alejandra no nos dice nada, caminamos tras ellos. Ella le comenta al hombre lo bien que se trata a las niñas en este orfanato. La verdad, no se nos trata mal, pero somos muchas y siempre nos falta cariño. Me suena de que hubiese una canción que menciona la falta de cariño en los orfanatos. Creo que la frase es esta: Así creció en el frío hogar de un orfanato, escenario donde sufre su primer maltrato. El cariño brilla por su ausencia...
Voy pensando en esta canción cuando llegamos al despacho de Sor Mercedes. El hombre pregunta que si le pueden atender. Al ser la respuesta afirmativa, dice: “espérame, hija”. Una frase y un tipo bastante curiosos. ¿A por quién irá?

-------------------------Nota de la autora-----------------
¡Cómo llueve, gente! Cualquiera sale a la calle con este tiempo... así que para que os entretengais, aunque sea un poco tarde os dejo aquí el capítulo.
Estaba ya harta de estos capítulos tan sosos, sin problemas ni intriga, así que hoy me he calentado la cabeza y he buscado problemas. (¡Yupi, movida!) Espero que os haya gustado.
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Ya solo me queda deciros que la canción es "Juego de niños", no sé si la he puesto ya. Es, cómo no, de Haze (si os fijais, no cambio mucho de cantantes).
Nada mñas, que paséis una buena semana y muchas gracias por leer el blog :)

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