lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo 5

Estuve todo el puñetero día intentando sacarle a información a Xin Yi, pero no hubo manera. Siempre se mostraba muy cerrada y se negaba a darme ninguna pista o detalle de quién podía ser esa persona. La verdad es que estoy preocupada por ella, a lo mejor no es una buena persona el chico y por eso no quiere decir nada. Al final, son las once de la noche y no he conseguido ninguna información. Se supone que debemos acostarnos a las 10, pero estoy muy nerviosa entre unos temas y otros y no consigo dormirme. No soy de las típicas que acostumbran a desobedecer las normas, pero aquí me tenéis, dando paseos por la parte del jardín más alejada del edifico, para que no me pillen. A este ritmo, voy a acabar amargada, estoy nerviosa por demasiadas cosas a la vez:
      1. Estoy rompiendo las normas del orfanato.
      2. Estoy rompiendo mi propia norma de no enamorarme.
      3. Ya mismo será la feria, y me preocupa que nos pase algo.
      4. Cuando vayamos al circo, que ahora sí me hace ilusión, volveré a ver a Christian (qué nervios, tengo que ensayar por si le veo de cerca).
      5. Xin Yi aún no me ha contado quién le gusta
      6. ¿Xin Yi ha dejado de confiar en mí? Espero que no
      7. Esta lista es demasiado larga.
Sigo dando vueltas pegada a la valla, mirando por turnos mis zapatos y las estrellas. Voy demasiado centrada en mis pensamientos, haciendo otra lista sobre el punto 5 de la lista anterior y me choco con algo. Reprimo un grito para que no se me escuche. Alzo la mirada para ver contra qué me he chocado y, con sorpresa, reconozco a Axel, el chico del monociclo.
-¡Hola! Cuanto tiempo. -me saluda, muy tranquilo colocándose el gorro, que se le había caído.
-¡Hey, tú! ¡¿Qué se supone que haces aquí a estas horas de la noche?! -le digo yo en plan defensivo. Al orfanato no pueden entrar chicos sin autorización, y menos por la noche.
-No chilles, que te van a oír. Entonces no solo me regañarán a mí, porque apuesto a que no puedes estar en el patio a estas horas.
Comprendo que Axel tiene razón y bajo la voz:
-Está bien. ¿Qué narices haces aquí a estas horas?
-Mm... supongo que puedo decírtelo, a fin de cuentas no puedes contárselo a las monjas. Ven conmigo. -echa a andar hacia una zona bastante apartada. Antes había allí unas cuadras, pero ya solo quedan montones de ladrillos. Casi nunca va nadie por allí.- Supongo que te habrás dado cuenta, pero soy del circo Aplastante.
-Sí, estuviste a punto de atropellarnos a mi amiga y a mí el otro día, con un monociclo. Ella no se lo tomó nada bien.
-Lo recuerdo. Pues mira, el caso es que mañana por la tarde tenemos la primera actuación y en número nos sale fatal. He venido aquí con mi hermano a ensayar, porque se fijó esta mañana en que las pillas de ladrillo de allí nos podrían servir para los saltos con el monopatín. Yo estaba echando un vistazo para ver si alguien nos había visto, porque escuché tus pasos.
“Así que eran actores del circo, menos mal” pienso. Entonces, mi mente empieza darle vueltas a todo lo que a dicho Axel:
Mi hermano... Esta mañana... Circo... Monopatín... y caigo en la cuenta de quién es su hermano. Pero ya es tarde, no puedo salir corriendo y volver al edificio. Hemos llegado.
-“Esto me pasa por desobedecer las normas” pienso.
Allí está el hermano de Axel, dando unos saltos increíbles con el monopatín, con la melena negra al viento. Mi acompañante empieza a llamarle a voces. Menos mal que desde el edificio no se oye tan lejos.
-¡Eh, Christian! Mira de quién eran los pasos. Casi la atropello el otro día, y hoy se ha chocado conmigo.
Sí, encima cuéntale que soy torpe”-pienso, maldiciendo interiormente a Axel.
Christian baja del monopatín con cierta elegancia, me recuerda a cuando los gatos se bajan de los árboles. Se acerca a nosotros y me mira con una media sonrisa.
-Anda, mira que coincidencia. Tú estabas esta mañana en el despacho de la monja. Soy Christian -me saluda
-Yo... yo soy Ka... Katia -digo tartamudeando. Por Dios, se habrá pensado que soy una inútil. Le estrecho la mano con cierta torpeza.
-Oye, siento ser descortés, señorita -dice con cierta sorna, parodiando a su hermano, a todas luces más caballeroso que él- pero vamos a ensayar, no podremos contestar las preguntas, que veo por tu cara (roja, por cierto), que tienes
-Bueno, en...entonces, yo me voy. Bu...buenas noches. -empiezo a alejarme, toda nerviosa por el encuentro insospechado. Que mal lo he pasado cuando ha dicho que estaba roja. Pero de improviso, alguien me coge por el hombro.
-Hey, Katia -veo que es Christian y por poco si me da un ataque-, anda, tráenos agua, que se nos ha acabado y estamos “fritos” de sed.
Asiento con la cabeza, y me apresuro a alejarme para poder respirar tranquila. No sabía que el corazón humano pudiese latir así de rápido. Entro por la puerta de la cocina, que es por donde había salido. Como dice la canción: Tengo los pies en el suelo, la cabeza en el cielo. No se me ocurre pensar que las monjas pueden oírme.
Lleno dos vasos y voy a atravesar la puerta cuando me encuentro a Sor Remedios, la monja histérica que había montado un pollo el día de la visita de Doña Alejandra. Empieza a chillar toda alarmada, y me doy cuenta de que he metido la pata hasta el fondo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario